Thursday, September 28, 2006

Frases de: François de la Rochefoucauld

No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.

Lo que hace que los amantes no se aburran nunca de estar juntos es que se pasan el tiempo hablando siempre de si mismos.

La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras.

Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser engañado por ellos.

El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás

No hay accidente por desgraciado que sea, del que los hombres hábiles no obtengan provecho.

Hay poca gente lo bastante cuerda que prefiera la censura provechosa a la alabanza traidora.

Confesamos nuestros pequeños defectos para persuadirnos de que no tenemos otros mayores.

El silencio es el partido más seguro para el que desconfía de si mismo.

Nunca se tiene la libertad de amar o de dejar de amar.

Solemos perdonar a los que nos aburren, pero no perdonamos a los que aburrimos.

El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.

Establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros.

El verdadero valor consiste en hacer uno sin testigos lo que sería capaz de hacer ante todo el mundo.

Es muy difícil que dos que ya no se aman, riñan de verdad.

Los celos se alimentan de dudas.

Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos.
Todo el mundo se queja de no tener memoria y nadie se queja de no tener criterio.

En los celos hay más amor propio que amor.

No se debe juzgar a un hombre por sus cualidades, sino por el uso que hace de ellas.

El deseo de parecer listo impide el llegar a serlo.

La verdadera elocuencia consiste en no decir más de lo que es preciso.

Si quieres tener enemigos, supera a tus amigos; si quieres tener amigos, deja que tus amigos te superen.

Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien.

La confianza sirve en las conversaciones más que el ingenio.

Cuando más se ama a un amante, más cerca se está de odiarle.

Es más fácil conocer al hombre en general que a un hombre en particular.

La esperanza y el miedo son inseparables.

Es una prueba de poca amistad no darse cuenta del retraimiento de la de nuestros amigos.

La intención de no engañar nunca nos expone a ser engañados muchas veces.

A los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos.

Perdonamos fácilmente a nuestros amigos los defectos en que nada nos afectan.

Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.

La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores.

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